El arte de escribir es "universal"

Decir que el arte de 'escribir es solitario', es el mayor sinsentido de simplificación que he podido conocer a lo largo de mi trayectoria. 
Ni existe un prototipo de escritor, ni un modelo férreo de abordaje global del proceso creativo. 
Al menos, para mí, siempre ha sido y será un arte y oficio 'universal', que no solo 'social' en sus múltiples fases. 
Quien intente seguir instaurando tal argumento, pienso que debería abrirse e investigar mucho más allá de sus capacidades y posibilidades 'artísticas', que no solo literarias.
Se trata de una premisa, e idea en sí, sustentada en el modelo y experiencia creativa de no pocos artistas literarios, sobre todo de antaño. 
Conozco, igualmente, casos aislados de compañeros y compañeras que podrían compartirlo públicamente en alto grado, cuando se saca a debate dicha reflexión. 
Sin embargo, hay otros, como es mi caso, que ejercen su proceso holístico de forma 'social', más allá del 50 %, si transformáramos numéricamente este argumento de base. 
Hay hasta quienes afirman que tomarse una copa de vino en un bar es ya de por sí un evento de carácter social. 
Nada más cerca de la realidad. 
Verbigracia: si uno está tomándose una fogosa copa de vino de acento cordobés (Montilla-Moriles) - o un tinto de Laujar de Andarax - en un bar malagueño repleto de estímulos de todo tipo, exógenos y endógenos, junto a varias amistades, mientras observa hipnotizado un cuadro de Julio Romero de Torres (La mujer cordobesa) y se dispone a tomar buena nota 'universal', y no de forma individual, de todo lo que absorbe y metaboliza durante ese clímax de inspiración, literalmente, está desarrollando un minúsculo 'epígrafe' de ese tan abstracto proceso. 
Evidentemente, a través de esta columna, no podría extender ni profundizar más allá lo que, bajo mi formación y experiencia artística y literaria, me ha llevado a cuestionar dicho mito anclado en la imagen de un posible escritor retirado y huidizo, adosado a una botella de vermut y a un gato negro que le da suaves caricias en las piernas. 
Esto ocurre con otros muchos absurdos mitos generalizados. Por ejemplo: la figura del escritor soberbio, intratable y maleducado. 
De todo hay en la viña...
Desde luego, yo seguiré pregonando el carácter universal, abierto y altamente relativo de mi arte y oficio. 
Allá usted, si siguiese creyendo en los postulados de piedra erosionada y metal oxidado. 

Fran García 


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